No se a qué se debe, pero llebo un par de semanas con unas ganas impacables de ir a surfear, meterme en el agua, remar hasta el pico, no dejar de mirar el horizonte asta que aparezca una ola, no tener otra cosa en la cabeza, sentir la velocidad y la fuerza a la que viaja mientras voy sobre ella, volver remando al pico, esperar 20 minutos asta que aparezca una ola que me cuadre... así sucesivamente asta que el sol empiece a difuminarse, salir del agua, desabrocharme la amarradera del tobillo izquierdo, quitarme la parte de arriba del chaque, y sólo pensar en las olas que acabo de disfurtar.
Digo que no se a qué se debe, ya que llebo todo el verano podiendo ir cuanto y cuando me plazca en cierta medida estando en Lanzarote, y sólo experimenté las citadas sensaciones en un sprint final las dos últimas semanas antes de acabarse las vacaciones.
Tal vez sea un signo indirecto de lo que añoro mi hogar o simplemente que no tengo el mar al alcance aquí en Granada.
Hacomar Diepa.
